¿QUIÉN SOY YO?

“Simplemente soy…”

No me define mi nombre, ni mi edad, ni lo que decidí estudiar y tampoco lo que he logrado. No me define mi estado civil, ni mi foto de perfil, tampoco me definen mi historia, mis tropiezos ni mis victorias…

Te cuento un poco de mi porque eso hace parte de cualquier relación: conocernos. Debes saber que a mí me encantaría saber de ti.

Decidí a mis 15 años estudiar medicina porque en medio de la inmadurez propia de esa edad, pensaba que ser médica era la única forma para servir a otros. Aún no tenía claro que la mejor forma de realmente servir a la humanidad es poniéndole mucho amor a lo que haces, dando lo mejor y siendo tú misma.

Terminé mis estudios de medicina en el año 2012, lo hice con bastantes retos. Desde la separación de mis padres, pasando por un grave accidente de mi hermano (que en ese entonces tenía solo 15 años) y la muerte de quien era “mi segunda mamá”, hasta un terremoto que literalmente nos dejó a mí y a mi familia “en la calle”.

¿Por qué te lo cuento?

Porque mi vida no ha sido solo color de rosa, porque mis rodillas se han pelado y conozco, como tú, lo que significa esfuerzo, dolor y perseverancia y si, sensación de derrota.
Trabajé en reconocidas clínicas y empresas prestadoras de salud públicas y privadas en la ciudad de Bogotá. Conocí los dolores del cuerpo y del alma de personas pertenecientes a los estratos socio económicos más pobres de mi ciudad y me di cuenta que son quejas similares de quienes fueron mis pacientes cuando trabajé en servicios de medicina en los estratos más adinerados de la capital de Colombia, mi amado país. En los 15 minutos que tenía para ver cada paciente (así funciona mayoritariamente el sistema de salud, al cual por cierto no critico) podía ver su cuerpo y escuchar su alma. Por medio de mi quehacer diario, empecé a sanarme a mí misma. Trabajaba más de 12 horas al día y aunque mi cuerpo se cansaba, mi corazón y mi alma estaban reparando heridas del pasado y se sentían “bien”.

Me aquejaban varios temas respecto a mi salud.

Yo tenía inconvenientes con mi colon, un dolor fuerte y constante en espalda me robaba la paz, no dormía bien, mi peso no era sano. La forma de mi cuerpo no me gustaba, me acomplejaba de hecho, y entonces me vestía con ropas anchas y así poder esconderme.

Empezó a ocurrir, que con el amor y la escucha que entregaba a mis pacientes, de forma paulatina yo conquistaba mi bien-estar. Lo noté cuando después de varios años de no hablar con mi papá, decidí tomar la iniciativa y buscarlo. Empecé a reconocer lo que la sanación del alma genera en nuestro cuerpo, ese instrumento único y valioso que nos ha sido entregado para cumplir nuestra función en ésta tierra.

Empecé a comprender la maravillosa conexión que existe entre nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras memorias y las enfermedades que desarrollamos. Empecé a validar en carne propia que los dolores del alma se reflejan en los dolores del cuerpo. Como profesional de la salud, nunca antes había contemplado esa posibilidad.

He tenido la oportunidad de ejercer mi profesión también

fuera del país.

En 2011 gané un concurso de méritos y conocimientos que el gobierno de Portugal llevó a cabo. Fui seleccionada, viajé y durante algunos años disfruté ejerciendo la medicina en una población de ese país.

Tenía a mi cargo cerca de 2000 pacientes de todas las edades. Amé esa oportunidad, recuerdo esa época con infinita gratitud. Amo ese país del cual recibí invaluables regalos a todo nivel. En medio de mi actividad como médica, conocí personas intoxicadas por medicamentos, personas que al día consumían entre 15 – 30 fármacos diferentes. Mediante la escucha atenta y la empatía, empecé a educar a la comunidad acerca de nuevos y positivos hábitos de alimentación, al mismo tiempo que con herramientas de esa medicina que ya había probado en mí, fuimos trabajando en la salud del alma.

Fue hermoso validar allí también, el poder que tienen sobre nuestro cuerpo algunas decisiones como el perdón, la escucha, el amor a otros, pero sobre todo, el amor propio. ¡Mi corazón no pudo sentirse más feliz!

Tiempo después viajé de regreso a Colombia gracias a una propuesta de matrimonio por parte de quien es hoy en día mi esposo. Dejé grandes amigos y me traje las mejores experiencias. Sueño un día con regresar a ese paraíso terrenal llamado Portugal (debes ir, te encantará).

Cuando pensaba que ya había comprendido y que estaba en mi punto máximo de bienestar, empecé a desarrollar una especie de alergia en mis párpados. De forma repentina y sin ningún desencadenante conocido, se hinchaban hasta casi no poder abrir los ojos. El picor era quemante, el calor local era intenso, a veces sangraban. Las sensaciones físicas eran abrumadoras y la impotencia me invadía.

Visité muchas especialidades médicas relacionadas con ese tema, me ordenaron muchos análisis, me recetaron medicamentos de todo tipo, en no pocas oportunidades ingresé el servicio de urgencias, presenté infinidad de incapacidades en mis trabajos y fui rotulada con muchos posibles diagnósticos. Un día una de tantas pruebas determinó que yo era: “alérgica al sol”.

¡No lo podía creer!

Sabía que lo que me estaba pasando no era físico, pero no sabía cómo abordarlo, no sabía qué más hacer ni a dónde más acudir. Eso no era sencillo para mí, siendo profesional de la salud.

Por esas cosas que el mundo llama “casualidad” y yo llamo “correspondencia”, abrí sin querer una página en mi navegador y lo que leí tenía que ver con lo que hoy me apasiona, he estudiado desde hace años, practico y amo: La biodescodificación biológica de enfermedades.

Han pasado gran cantidad de eventos desde ese momento hasta ahora. Hoy puedo ver, reconocer y respetar mi proceso, ese que me ha traído hasta aquí y que te ha traído a ti a leerme.

Llena de emoción y gratitud, celebro desde hace ya varios años la ausencia de nuevos episodios relacionados con mi “alergia”. Era la tristeza en la que estaba inmersa pero que yo no notaba, era mi falta de aceptación y perdón, era la vida que sin darme cuenta no estaba viviendo, era yo tan centrada en otros y tan escasa de mí lo que generaban ese malestar por el que tanto sufrí.

Ha sido mi decisión ser una estudiante permanente, quiero aprender hasta el último de mis días en ésta tierra. Yo quiero estar cada vez mejor, quiero saber más para poder entregar más y servir más y mejor.

Es así como decidí certificarme como coach de alto nivel, estudié acerca de nutrición inteligente, homeopatía, he avanzado en la práctica de la meditación Vipassana, un curso de milagros y sigo adelantando estudios de Biodescodificación, mi pasión.

Apoyar a mis pacientes a encontrar SUS respuestas, es a lo que me dedico la mayoría del tiempo.

Día tras día valido en múltiples oportunidades que la enfermedad no es la enemiga contra la cual hay que “luchar”. Es nuestra aliada, es la solución.

Es la mensajera que llega a nosotros para mostrarnos eso que aún no hemos visto.

¡VERDADES

para mí!